En el corazón de la Patagonia chilena, la Isla Huichas se enfrenta a un problema de creciente magnitud: la invasión de las salmoneras transnacionales. Este fenómeno, que ha tomado fuerza en las últimas dos décadas, ha sido analizado en profundidad en la crónica de la Revista Nómadas, donde voces locales y expertos se unieron para abordar las afectaciones sociales y ambientales que esta industria está causando. Con un enfoque íntimo y preocupante, se plantea una reflexión sobre cómo estas empresas han transformado el paisaje y el tejido social de la comunidad, poniendo en jaque tradiciones y la sustentabilidad del entorno.
El surgimiento de la industria salmonera en Chile está estrechamente relacionado con las políticas económicas del régimen de Pinochet, que facilitó un marco legal favorable para la inversión extranjera. Según el sociólogo Tomás Moulian, la colusión entre militares, economistas neoliberales y empresarios permitió la transnacionalización de la economía chilena, un proceso que hoy enfrenta críticas por su devastador impacto ambiental. Recientemente, el Relator de Naciones Unidas sobre derechos humanos y medio ambiente, David R. Boyd, instó a Chile a suspender la expansión de la acuicultura del salmón, recomendación que ha caído en oídos sordos ante la continua proliferación de estas empresas que operan con escasa fiscalización.
La Ley Lafkenche, promulgada en 2008, fue un intento por parte del Estado chileno de regular los Espacios Costeros Marinos de Pueblos Originarios, permitiendo a las comunidades indígenas gestionar sus territorios marítimos y conservar sus tradiciones. Sin embargo, la implementación de esta ley se ha visto obstaculizada, especialmente en áreas donde las salmoneras tienen interés. Nelson Millatureo, locutor de radio local, destaca que la llegada de la industria ha provocado no solo un cambio en las dinámicas laborales, sino también en los problemas sociales de la comunidad, con un aumento en la delincuencia y las drogas, lo que ha llevado a la población a solicitar formalmente una ECMPO para salvaguardar su identidad y su entorno.
Las consecuencias de la actividad salmonera en el medio ambiente han sido devastadoras. Sofía Cabero, una buzo recolectora, narra la asfixia del ecosistema marino: «Esto es un centro de cultivo. Ahí abajo hay decenas de miles de salmones que consumen todo el oxígeno alrededor, creando zonas muertas. La contaminación generada se siente y se observa claramente, con la desaparición de la vida marina y el deterioro de la calidad del agua. Además, la sobreproducción obliga a las empresas a utilizar antibióticos y otros químicos, los cuales tienen un efecto perjudicial sobre las especies autóctonas, alterando irreversiblemente el frágil equilibrio del ecosistema.»
Los testimonios de los habitantes de la Isla Huichas son el reflejo de una realidad alarmante. Rafael, Rosa y su hija revelan el impacto directo que las salmoneras han tenido en su vida cotidiana. La degradación del entorno ha llevado a un empobrecimiento generalizado, con la desaparición de las antiguas fuentes de trabajo y de la pesca que una vez sustentaron a la comunidad. La falta de servicios básicos, como la atención médica y la educación, agrava aún más la crisis. Estos habitantes ven con desesperanza cómo las facilidades que otrora ofrecía la isla se desvanecen, dejando atrás un legado cultural y una forma de vida que luchan por preservar ante la vorágine del lucro económico que representa la industria salmonera.