Durante esta semana, la noticia de la profanación de tumbas y el robo de restos óseos humanos en el Cementerio General de Santiago ha suscitado una intensa polémica en la sociedad chilena. La comunidad está indignada porque, independientemente del tiempo que haya transcurrido desde la muerte de una persona, su cuerpo merece un trato digno y respetuoso. Este incidente ha reabierto el debate sobre la protección de los cementerios y la moralidad de profanar los lugares de descanso final de los seres humanos, resaltando la necesidad de un compromiso social y legal para evitar que actos como este sigan ocurriendo.
Por otro lado, es importante destacar que este tipo de profanación no es un hecho aislado. Cientos de casos similares se producen a diario en los cementerios prehispánicos del norte de Chile. Estos lugares, que tienen un alto valor cultural e histórico, son a menudo víctimas de saqueos en los que se alteran las tumbas y se roban restos óseos humanos. Infortunadamente, durante las expediciones en la costa del Desierto de Atacama, se han encontrado esqueletos humanos desarticulados rodeados de desechos, lo que pone de manifiesto la falta de respeto hacia estas importantes herencias del pasado.
Entre los hallazgos más desconcertantes se encuentran los huesos humanos utilizados como objetos decorativos o para realizar simbologías macabras, como la imitación de una bandera pirata. Estas prácticas reflejan una inaceptable falta de sensibilidad hacia las culturas que habitaron antes nuestra sociedad. En la década de 2000, se reportaron actuaciones similares en Quillagua, donde se usaron huesos largos para escribir nombres en los cerros. Gracias a la gestión de la comunidad Aymara y el apoyo de la Universidad de Chile, en 2009 se lograron rescatar partes de estos cementerios, pero la amenaza sigue latente.
Es crucial que la noticia del Cementerio General de Santiago sirva como un llamado de atención sobre la situación igual de grave de los cementerios prehispánicos. La falta de símbolos religiosos en estos sitios no justifica de ninguna manera su profanación. Los huesos humanos que descansan en esos lugares no son objetos para ser manoseados o llevados a casa como trofeos. Según la Ley de Monumentos Nacionales Nº17.288, tanto los cementerios contemporáneos como los arqueológicos están protegidos, y la violación de esta ley debe ser condenada con la misma fuerza que la profanación de tumbas contemporáneas.
En respuesta a estas preocupaciones, la Escuela de Antropología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, junto a la Estación Loa-RCER-UC, están trabajando para registrar el nivel de saqueo de los cuerpos desarticulados en la desembocadura del río Loa. Este esfuerzo busca entender y mejorar la situación de estos sitios en el futuro, enfatizando la responsabilidad de la sociedad en la protección de la integridad y dignidad de las personas ahí enterradas. Así, se reafirma el compromiso de salvaguardar, tanto en la ley como en la práctica, el valor cultural y el respeto hacia todas las personas, sin importar el tiempo ni el contexto histórico en que vivieron.