La reciente publicación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) en Chile ha generado un debate significativo sobre el estado actual de la economía de las familias chilenas. En junio de este año, el IPC registró una variación negativa del -0,4%, acumulando un 1,9% en lo que va del año y un 4,1% en términos interanuales. Esta tendencia a la baja representa un respiro que podría aliviar la presión financiera sobre cientos de miles de hogares, que han sentido el efecto del aumento de precios en productos de consumo masivo en los últimos años. Sin embargo, el alivio económico que esta cifra sugiere debe ser analizado con cautela, considerando la diversidad de factores que afectan el bienestar de las familias.
El desglose del IPC revela que, de las 13 categorías analizadas, 6 mostraron disminuciones significativas. Las categorías de “Alimentos y bebidas no alcohólicas” y “Vestuario y calzado” han sido las más destacados, mostrando variaciones de -0,9% y -6,4%, respectivamente. Esta reducción es particularmente relevante, dado que el 21,2% del presupuesto familiar se destina a la alimentación y bebidas no alcohólicas, mientras que un 2,8% va dirigido al vestuario y calzado. Tal disminución puede ofrecer un respiro a los hogares, especialmente en tiempos de incertidumbre económica.
Un análisis más detallado de los precios de alimentos específicos también revela variaciones notables que pueden influir en el gasto mensual de las familias. Por ejemplo, los tomates han visto una caída en su precio de -14,7%, mientras que la carne de vacío ha bajado un -2,2%. Sin embargo, hay excepciones como el incremento en los precios de los limones, que aumentaron un 27,3%. Esta variabilidad en los precios de los productos básicos resalta la fragilidad del mercado agrícola y su impacto en la economía familiar. A pesar de que el Banco Central muestra signos de control de la inflación, es evidente que no todos los bienes tienen el mismo comportamiento en el mercado.
Aún con estos indicadores positivos, es esencial considerar otros factores que afectan la capacidad adquisitiva de las familias chilenas. A lo largo de los últimos 27 meses, los salarios reales han mostrado un aumento sostenido, un dato alentador en medio de la incertidumbre. Sin embargo, el desempleo sigue siendo una preocupación. En el trimestre móvil de marzo a mayo de 2025, se registró un 8,9% de desempleo, lo que revela altos niveles de informalidad laboral y una escasa oferta de empleo formal. Estas condiciones pueden limitar significativamente la capacidad de las familias para acceder a productos y servicios básicos.
Dada la complejidad de la realidad económica actual, se concluye que el IPC, por sí solo, no es suficiente para evaluar el bienestar de las familias. Es crucial realizar un análisis integral que tome en cuenta tanto el historial de precios como la evolución de los salarios y las condiciones del mercado laboral. Para muchas familias chilenas, el problema radica en que, a pesar de ligeros descensos en algunos precios, sus ingresos no son suficientes para cubrir sus necesidades básicas, lo que refuerza la idea de que el sueldo ya no alcanza para mantener un nivel de vida adecuado.