El pasado mes, en un evento significativo en La Moneda, se presentaron propuestas clave para modificar la Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica (CASEN). Esta herramienta es fundamental para evaluar la pobreza en Chile y modificar las políticas públicas de acuerdo a las realidades sociales actuales. A medida que la nación reacciona a los efectos del estallido social y la pandemia, estas propuestas se vuelven más urgentes y pertinentes. Como se reportó ampliamente en los medios, la nueva metodología podría aumentar la tasa de pobreza del 6,5% a un alarmante 22,3%, reconfigurando así la percepción pública sobre la pobreza en el país. Este cambio en la estadística no solo representa un número, sino que refleja la dura realidad de miles de chilenos que se enfrentan a la pobreza severa y sus múltiples facetas diarias.
En el contexto del Hogar de Cristo, con una atención directa a unas 38 mil personas, la realidad de la pobreza severa se torna aun más palpable. Las carencias estructurales que sufren nuestras comunidades se arrastran a lo largo de décadas; deficiencias en salud, educación y empleo se suman a problemas más profundos como la falta de redes sociales y la salud mental deteriorada. Este concepto de «pobreza severa», tal como se debatió en la Comisión, subraya la intersección entre la pobreza de ingresos y la multidimensional. Es fundamental que este grupo, considerado los «pobres entre los pobres», reciba la atención que merece tanto del Estado como de la sociedad civil.
Las propuestas de la Comisión, que van desde el reemplazo del criterio de 2000 calorías diarias hasta la separación entre familias propietarias y arrendatarias, buscan redescribir nuestra comprensión de la pobreza en Chile. Se introducen nuevos indicadores que enriquecen la visión multidimensional del fenómeno, aumentando de 15 a 20 y manteniendo la ponderación en cinco dimensiones. Un aspecto vital que se plantea es la reintroducción del concepto de vulnerabilidad como medida de la probabilidad de caer en pobreza, un indicador que podría facilitar una mejor intervención y asistencia para quienes están al borde de esta realidad desesperante.
El Nobel de Economía Amartya Sen ha enfatizado que la pobreza severa es mucho más que una falta de ingresos; es un fenómeno de exclusión radical que debe ser abordado con políticas públicas efectivas. En Chile, esta realidad se manifiesta tanto en la falta de alimentos adecuados como en el acceso obstaculizado a servicios de salud, educación y un hogar digno. La proliferación de «rucos» en áreas urbanas es solo una de las muchas formas visibles de esta pobreza, que también se encuentra oculta tras puertas cerradas, en hogares donde la soledad y la precariedad describen una vida de sufrimiento persistente.
Combatir esta pobreza severa requerirá de un enfoque integral que apueste al desarrollo de capacidades mediante educación, atención sanitaria, redes sociales de apoyo y un ejercicio de respeto hacia la dignidad humana. Las recomendaciones presentadas pueden ser el primer paso hacia un cambio significativo en la lucha contra la pobreza en Chile, pero requieren un compromiso firme y coordinado entre el gobierno, el sector privado y la sociedad civil. Es una oportunidad para redefinir las prioridades y efectivamente elevar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables, asegurando que ninguna persona quede atrás en esta estrategia nacional.