Casi el 50% de los adultos mayores en Chile se siente afectado por la soledad, y un porcentaje similar presenta un alto riesgo de aislamiento social, de acuerdo con un reciente estudio publicado por el Observatorio del Envejecimiento de la Pontificia Universidad Católica de Chile. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como adulto mayor a cualquier persona de 60 años o más, y las proyecciones indican que para 2030, una de cada seis personas en el mundo pertenecerá a esta categoría. Este cambio demográfico trae consigo una serie de complicaciones que, en el contexto chileno, revelan una alarmante falta de apoyo social entre los ancianos, evidenciando la necesidad urgente de abordar la problemática de la soledad en esta población vulnerable.
El estudio «Soledad no Deseada y Aislamiento Social en la Vejez: Prevalencia, Factores de Riesgo y Estrategias de Acción» señala que el 49,2% de los adultos mayores experimenta soledad y que un 55,5% se enfrenta a un alto riesgo de aislamiento social. Óscar Sepúlveda Pacheco, psicólogo experto en el área, enfatiza que las dificultades relacionadas con la soledad han aumentado especialmente desde la pandemia, cuando muchos ancianos perdieron sus redes de apoyo. «La soledad no siempre tiene que ser negativa; si se enfrenta de manera saludable, puede ser un espacio para el autoconocimiento», aclara Sepúlveda, subrayando que, a pesar de la adversidad, los mayores pueden aprender a gestionar su aislamiento de manera constructiva.
En 1973, el sociólogo Robert Weiss definió la soledad como una percepción de aislamiento social, una descripción que aún resuena en la actualidad. Esta percepción se vuelve relevante al observar el caso de Helga Brickle, que tras perder a su esposo se vio sumida en la soledad hasta que optó por mudarse a una residencia para adultos mayores. Ahora, a sus 85 años, Helga comparte que ha encontrado un nuevo propósito y valiosas amistades en Senior Suites, donde se llevan a cabo diversas actividades. «Conocía el 80% de los nombres de los residentes y del personal, y me siento menos sola», confiesa Brickle, quien se ha convertido en un ejemplo del impacto positivo que puede tener un entorno social activo.
La soledad, además de ser un desafío emocional, acarrea graves consecuencias físicas. Un estudio de 2020 de las National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine indica que la soledad se relaciona con enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, aumento en conductas de riesgo y deterioro funcional. Para Sepúlveda Pacheco, el efecto más preocupante es que los adultos mayores pueden perder su perspectiva de vida cuando son abordados por la soledad. «Todos somos seres sociales; necesitamos de otros para vivir. Nadie puede realmente vivir solo», acota el especialista, destacando la importancia del apoyo emocional y social en esta etapa de la vida.
El reconocimiento del problema de la soledad en los adultos mayores está ganando terreno en la sociedad chilena, evidenciado por iniciativas como la Ley «Hijito Corazón», que busca proteger a los ancianos, en especial aquellos de más de 80 años, frente al abandono. A medida que se toman medidas legislativas y se generan espacios de convivencia en residencias, la esperanza es que más personas de la tercera edad encuentren soporte emocional y social. Sin embargo, el verdadero desafío radica en cambiar la percepción pública sobre los ancianos y fomentar su integración activa en la comunidad, asegurando que el aislamiento no se convierta en la norma.