Buzos Artesanales: Restauración Marina en las Guaitecas

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Un reciente reportaje de la revista internacional Mongabay LATAM ha puesto en evidencia el valioso trabajo de los buzos artesanales del archipiélago de Las Guaitecas, en Chile, quienes están liderando un esfuerzo innovador para recuperar la salud de los fondos marinos. Estos pescadores, pertenecientes a la comunidad indígena Pu Wapi, utilizan técnicas ancestrales para combatir la degradación de los ecosistemas acuáticos provocada por la sobreexplotación del molusco conocido como «loco» y la expansión de la industria salmonera. A través de un enfoque de manejo sostenible, están reorganizando rocas, trasplantando piures (Pyura chilensis) y protegiendo algas, lo que ha resultado en la revitalización de un entorno marino que, según el dirigente mapuche-williche Daniel Caniullán, se convirtió en un «desierto» tras décadas de extracción indiscriminada.

El reportaje documenta que, desde hace más de 20 años, estos buzos han estado trabajando incansablemente para trasladar especies clave a áreas gravemente afectadas. Esta práctica innovadora ha logrado crear microhábitats que atraen a diversas especies de peces, crustáceos y moluscos, contribuyendo a la recuperación del ecosistema local. Un estudio de la British Ecological Society, previsto para su publicación en 2025, respalda el impacto positivo de estas iniciativas. Según Mongabay LATAM, estas intervenciones han permitido un avance significativo en la recuperación de zonas antes devastadas, mostrando que el conocimiento tradicional puede alinearse eficazmente con las prácticas científicas modernas en la conservación marina.

La revista destaca también la importancia de las «contribuciones recíprocas», un enfoque que combina el conocimiento ecológico ancestral con técnicas contemporáneas. La antropóloga Florencia Diestre señala que los buzos hacen una selección cuidadosa de las especies a extraer, priorizando únicamente aquellos ejemplares adultos y protegiendo los más jóvenes, lo cual evita el colapso de las poblaciones marinas. Esto refleja una comprensión profunda de los ciclos naturales y una ética en la pesca que contrasta marcadamente con métodos más destructivos. «No se trata solo de recoger, sino de decidir con sabiduría qué se debe cuidar», enfatiza la publicación, subrayando así la complejidad del conocimiento indígena en la salvaguarda de los océanos.

No obstante, los retos son significativos, especialmente la amenaza constante de las salmoneras, que han sido señaladas como responsables de la contaminación de los ecosistemas marinos mediante el uso de antibióticos y prácticas agrícolas dañinas. Este tipo de contaminación ha tenido un efecto devastador en especies clave como el picoroco, alimento fundamental del loco. Caniullán y la comunidad Pu Wapi están en una lucha continua para preservar los bosques de huiro (Macrocystis pyrifera), vitales para la biodiversidad marina. Sin embargo, se enfrentan a resistencia política al intentar establecer un Espacio Costero Marino para Pueblos Originarios, un esfuerzo que a pesar de cumplir con todos los requisitos legales, ha sido denegado en ocasiones anteriores, mientras que las salmoneras ejercen una presión significativa para mantener su acceso a las zonas productivas.

Finalmente, el relato de la comunidad Pu Wapi resuena como un modelo a seguir para otras regiones costeras del mundo, ya que demuestra el potencial del conocimiento indígena en la restauración de los océanos. La revista concluye que, a pesar de los obstáculos y la falta de apoyo institucional, estos buzos continúan su labor en la defensa de sus recursos naturales en secreto, asegurando la protección de sus áreas de manejo. «Le debemos todo al mar», afirma Caniullán con determinación, mientras los buzos siguen adelante con su misión de demostrar que es posible restaurar el fondo marino al escuchar a quienes conocen sus tierras no como explotadores, sino como verdaderos guardianes.

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