Como la barba en los varones o la falda bajo la rodilla en las señoritas, el uso de sombrero nunca se pierde en la moda, incluso tras entrar en desuso en ciertos periodos.
No son pocos los que, a la luz de las reminiscencias de la más añosa moda, se han atrevido a emprender comercialmente en este rubro, amparados en la bonanza económica de un país pleno y estable. Además, el apoyo al emprendimiento en la manufacturación artesanal cuenta con muchos socios comerciales.
Operar con la asesoría bancaria del mundo privado o acceder a alternativas mucho más rentables para PyMEs, son el principal motor del emprendimiento en Chile, por lo que la producción de sombreros en diversas tiendas del rubro parece más que asegurada.
Menos masivo y más cargado hacia la conservación de un estilo que a la funcionalidad de la cual deriva su nombre, el sombrero es hoy un accesorio de vestir habitual en el armario de cualquier habitación, sin importar el período del año del cual se trate.
La vestimenta en el tiempo
Antaño, intentar vestir de etiqueta sin cubrir el peinado con un sombrero que le haga justicia al resto del traje, era una real falta de respeto, sin embargo, a pesar de que aún hay algunos románticos que siguen las reglas de su uso, este implemento se ha transformado más en un detalle que en una necesidad.
Por cortesía, los caballeros acostumbraban a levantar sutilmente la copa con una sola mano por sobre su cabeza, como forma de saludo, de venia o de apego al protocolo. Además, ciertos términos eran mucho más usuales en el colectivo y a nadie le extrañaba que se le pidiera calarse el sombrero o descubrirse, sinónimos de ponerse o quitarse el sombrero, respectivamente.
En el último caso, el varón debía tener el decoro de levantar primero el sombrero y luego moverlo hacia adelante, evitando caer en la vulgaridad de simplemente arrancarlo en diagonal. La tradición, por otro lado, indicaba que el sombrero sólo volvía a su lugar al terminar la conversación con una dama y nunca antes.
En Santiago de Chile, la situación no es muy diferente y las normas recién mencionadas han quedado prácticamente en el olvido. Difícil se hace para la mayoría el diferenciar entre un fedora, un borsalino o cualquier otro tipo de sombrero, sin embargo, en cada local costumbrista y en cada tienda de moda, es posible hallar estantes con sombreros clásicos y otros un tanto vanguardistas y, en esta ocasión, la mirada habrá de posarse en una tienda en particular.
Clase y tradición a los pies del San Cristóbal
Entre el barrio Bellavista y el Barrio Patronato ─ambos plenamente identificados con el alma santiaguina─ se mantiene incólume al paso del tiempo una tienda que rescata el uso del sombrero y promueve su venta con modelos de alta calidad y estilo.
Se trata de “Sombreros Delpiano”, ubicada desde 1980 en Bombero Núñez 201, en Recoleta, al centronorte de la ciudad. Allí, este pequeño departamento ofrece estanterías que parecen hacer viajar en el tiempo y el espacio a quienes las visitan, entre copas y telas para variados gustos.
Desde la calle, la fachada, pórtico y vitrinas exteriores se roban la mirada de un barrio que ya en sí es riquísimo en comercios clásicos y edificios patrimoniales. Esta tienda, creada por el hijo de italianos Gonzalo Delpiano, se aferra al inicial empeño de su fundador por reavivar una alicaída actividad comercial en el rubro textil y del vestuario.
Tal como indica su sitio web, en esta empresa se trabaja con “fibras fibras naturales, fieltros de lana, pelos, rafias y algodones. Todo esto sumado a una combinación de antiguas y nuevas técnicas de fabricación ya sea en el hormado y acabado, nos permiten obtener productos de excelencia”.
Definitivamente, cuando el comprador más clásico desea un accesorio o prenda que no llene sólo su aspecto sino también su espíritu, lo mejor es escapar de la oferta artesanal –nada menospreciable pero mucho más desechable- y adherir a la causa de “Sombreros Delpiano”, que sigue avanzando entre quienes conservan la estirpe de caballeros y damas que la historia no ha podido igualar jamás.