La muerte de Maximiliana Amaro Mamani, venerada miembro de la comunidad Aymara y conocida como la jach’a mama de Quebe, ha conmocionado a la comuna de Colchane y a las comunidades aymaras del altiplano. Con 85 años, Maximiliana fue hallada sin vida en circunstancias que, según sus familiares, apuntan a un posible homicidio. Este trágico descubrimiento, realizado por su hija al llegar desde Iquique por la falta de comunicación, reveló una escena de desorden y violencia en su hogar, con pertenencias sustraídas y un ambiente que indicaba una lucha. La situación ha suscitado una intensa indignación y movilización social en la región.
Las autoridades han comenzado a tomar acciones, con la intervención del fiscal del Tamarugal, Hardy Torres, quien dispuso la presencia de la Brigada de Homicidios de la PDI para investigar lo sucedido. El Servicio Médico Legal determinó que la causa de muerte fue un Traumatismo Encéfalo Craniano (TEC) cerrado, lo que sugiere un posible asesinato relacionado con un robo. No obstante, la comunidad Aymara y grupos indígenas han presentado este episodio como el resultado de un abandono y desprotección estatal. «¡Justicia para mi madre Maximiliana Amaro Mamani!», exclamó una de sus hijas en redes sociales, en un grito de desesperación que resuena entre los habitantes de la región.
Lo trágico de la situación es que Maximiliana había expresado en ocasiones anteriores temores por su seguridad, incluyendo amenazas directas, y había sido víctima de un intento de asalto en 2021 donde fue encañonada por un migrante. Pese a las denuncias realizadas ante las autoridades, no recibió la protección que requería, lo que ha llevado a su familia a clamar justicia. El Consejo de Ancianos del Pueblo Aymara ha manifestado que este caso es más que un simple asesinato; se trata de un ataque a la memoria cultural y la espiritualidad del pueblo aymara. Su declaración enfatiza la necesidad de una investigación exhaustiva que respete los procesos de justicia indígena.
La situación de Colchane es alarmante, atravesando una crisis de seguridad que ha provocado que más del 54% de sus habitantes abandonen la comuna por miedo a la violencia asociada con la migración irregular y el tráfico de personas. La Fundación Andina Pirqa ha criticado las políticas públicas implementadas, que, según ellos, han perpetuado una atmósfera de miedo en la región. Con la muerte de Maximiliana, se evidencia una preocupación mayor: la pérdida de un bastión cultural y de aprendizaje, una figura que representaba la sabiduría y la resistencia del pueblo Aymara. La comunidad se organiza, no solo para exigir justicia, sino también para honrar el legado de quien fue una madre, abuela y guía espiritual.
Con sus memorias vivas a través de su obra y enseñanzas, Maximiliana se convierte en un símbolo de lucha por la justicia, y su muerte se transforma en un llamado a la acción. «Era mi abuela, pero también era la abuela de todos. Si no hacemos justicia por ella, ¿por quién más lo haremos?», expresó su nieta en declaraciones que reflejan el profundo sentimiento de pérdida y la unidad que ha surgido tras su trágico fallecimiento. La búsqueda de justicia por Maximiliana Amaro Mamani no solo es un clamor por la verdad, sino un esfuerzo colectivo por restaurar la dignidad y la seguridad en las comunidades Aymaras, en un contexto donde el abandono y la violencia parecen estar ganando terreno.