La reciente alarma provocada por el informe de la Contraloría revela la gravedad de la situación en los jardines infantiles Junji e Integra, donde se han identificado más de 4.000 licencias médicas que podrían ser fraudulentas. Este escándalo no solo pone en jaque la credibilidad de estas instituciones, sino que también deja a miles de niños en una situación vulnerable, sin la guía pedagógica necesaria durante sus años formativos. La educación parvularia es crucial en el desarrollo cognitivo y emocional de los más pequeños, y la falta de atención adecuada puede tener repercusiones irreparables. Más alarmante aún es el hecho de que algunas de estas licencias se han utilizado para justificar ausencias prolongadas e incluso viajes al extranjero, lo que incide directamente en el derecho de estos niños a recibir una educación de calidad.
Como señala el profesor Juan Pablo Catalán de la Universidad Andrés Bello, cada día en que un niño está privado de la atención educativa adecuada es un día en el que se pierde la oportunidad de fomentar el aprendizaje y el desarrollo de habilidades esenciales. Durante los primeros seis años de vida, cada interacción cuenta; cada juego y cada nivel de atención son fundamentales para su futuro. La investigación de la UNESCO enfatiza que el impacto de la educación parvularia no solo se limita a preparar a los niños para la enseñanza básica, sino que también promueve el bienestar social y la equidad de género. Por lo tanto, la ausencia de educadoras no puede ser subestimada ni enmarcada como ‘tiempo libre’, sino que debe ser considerada un serio vacío en la experiencia educativa.
Para mitigar el impacto de las ausencias de educadores debido a estas licencias fraudulentas, se proponen soluciones prácticas como la implementación de «paquetes pedagógicos» en cada jardín infantil. Estos recursos deben estar diseñados para ser utilizados inmediatamente, asegurando que los niños continúen su proceso de aprendizaje a pesar de la falta de educadoras. Los materiales y guías deben facilitar actividades adecuadas a su edad, de modo que los pequeños no pierdan el ritmo de su exploración y desarrollo, y que las educadoras puedan centrarse en ofrecer un entorno educativo rico y estimulante.
Otro enfoque necesario es la creación de brigadas flotantes de educadoras que puedan ofrecer soporte inmediato en caso de ausencias. Estas unidades deberán estar compuestas por profesionales especializados en estimulación temprana y contar con herramientas digitales que les permitan documentar el progreso educativo y dar continuidad al currículo. Asimismo, es esencial involucrar a las familias en este proceso educativo. Proporcionarles recursos y cápsulas de formación les permitirá reforzar, desde sus hogares, los aprendizajes adquiridos en el salón, creando así un ciclo de aprendizaje integral que beneficie a los niños.
Finalmente, el verdadero reto no radica únicamente en castigar el fraude, sino en reestructurar un sistema educativo que sea capaz de adaptarse y ofrecer estabilidad frente a las crisis. La educación no puede ser un terreno donde las falencias administrativas resulten en pérdidas pedagógicas inimaginables. Al construir una red de protección que asegure un aprendizaje constante y de calidad, se estará defendiendo el derecho inalienable de cada niño y niña a recibir un inicio de vida educativo sólido y equitativo. Urge que todas las partes interesadas se unan para garantizar que los pequeños nunca queden desprotegidos, pues su futuro depende de las decisiones que se tomen hoy.