En un contexto de creciente preocupación global por el cambio climático, el archipiélago de Chiloé se erige como un escenario crítico en la emergencia ambiental que enfrenta el planeta. La Directora del Laboratorio de Limnología de la Universidad de Los Lagos, Norka Fuentes, reconoce que a pesar de que Chile contribuye con una baja cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero, el impacto del cambio climático es tangible y evidente. En palabras de Fuentes, «este fenómeno no es solo una advertencia; es una realidad apremiante que está transformando nuestro entorno y modo de vida». Esto resuena particularmente en Chiloé, donde sus características insulares complican aún más la realidad ambiental de la región.
El aumento de temperaturas y la disminución de precipitaciones están afectando severamente los ecosistemas y la biodiversidad de Chiloé. Un informe reciente señala que esta región no solo es vulnerable a los impactos climáticos, sino que enfrenta una serie de conflictos socioecológicos preexistentes que se intensifican con la crisis. La interdependencia entre las comunidades locales y sus entornos naturales se ve amenazada por una fragilidad palpable en sus equilibrios. Por ello, es crucial que se tomen medidas concretas para abordar estos desafíos, que van desde la planificación territorial hasta iniciativas de conservación.
Los ecosistemas insulares tienen un papel vital en la regulación del ciclo del agua y la captura de carbono. Sin embargo, en Chiloé, la dependencia exclusiva de las lluvias para obtener agua dulce hace que la situación sea aún más crítica. La científica Norka Fuentes destaca la importancia de los bosques nativos y los humedales como reservorios naturales indispensables. «Cada hectárea de musgo Sphagnum magellanicum tiene el potencial de almacenar grandes cantidades de agua y también de actuar como un sumidero significativo de CO₂», explica. Esta capacidad de los ecosistemas de almacenar agua y reducir el dióxido de carbono es esencial en un entorno donde estos recursos se vuelven cada vez más escasos.
No obstante, la acción humana ha puesto en jaque esta capacidad natural de los ecosistemas. La deforestación para la obtención de leña y la creación de monocultivos han debilitado los bosques y reducido su efectividad en la retención de agua. A su vez, la extracción de turba, necesaria para diversas industrias, ha afectado la integridad de las turberas, que son cruciales para el equilibrio hídrico. El resultado de estas acciones es un ecosistema menos resistente y menos capaz de mitigar el cambio climático, dejando a las comunidades de Chiloé en una posición vulnerable frente a una crisis que ya se está manifestando.
La situación en Chiloé es urgente y requiere una planificación territorial específica que responda a las características únicas de la isla. Esto incluye no solo la implementación de nuevas políticas basadas en ciencia y sostenibilidad, sino también el reconocimiento de la sabiduría ancestral de las comunidades locales que han coexistido con la naturaleza durante siglos. Fuentes argumenta que la resiliencia de Chiloé radica en la conservación de sus ecosistemas y en un enfoque de justicia ambiental que integre el conocimiento local. La crisis climática demanda, en última instancia, respuestas adecuadas que vengan de la mano de sus habitantes, en lugar de depender de soluciones externas que podrían no ser sostenibles a largo plazo.

