Urgencias colapsadas: un reto para el sistema de salud

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Cada año, con la llegada del invierno, el sistema de salud de Chile experimenta una crisis que se ha convertido en una trágica rutina. Las salas de espera se saturan, los pacientes enfrentan largas horas de espera y el personal médico trabaja al borde de sus capacidades. Esta situación, antes considerada excepcional, ha evolucionado hacia una realidad permanente, revelando deficiencias estructurales en la gestión de la atención médica. La salud no sólo necesita recursos físicos, sino también herramientas efectivas para afrontar el creciente número de consultas que cada invierno se convierten en un desafío insuperable.

En un contexto donde la demanda en servicios de urgencia aumentó un alarmante 62% este año, impulsada por la circulación de virus respiratorios como el rinovirus, la influenza y el COVID-19, la pregunta que se debe formular es: ¿por qué continuamos enfrentando esta sobrecarga sin implementar cambios significativos en la gestión? La respuesta no es sencilla, pero se relaciona con la falta de planificación y la resistencia hacia la adopción de tecnologías que ya han demostrado su eficacia en sistemas de salud de otros países.

La reticencia a integrar herramientas digitales y tecnológicas en la atención médica en Chile refleja más que una simple preferencia por el método tradicional; es un obstáculo que perpetúa la crisis en las urgencias. Sistemas de gestión de filas, plataformas que ordenan casos según gravedad y análisis de datos en tiempo real no son solo avances técnicos, sino soluciones prácticas que podrían transformar la manera en que se ofrece atención. En situaciones críticas, la digitalización puede ser la clave para mejorar la eficiencia de un sistema que se desborda año tras año.

Es importante aclarar que digitalizar el sistema de salud no implica deshumanizar la atención médica. Por el contrario, estas herramientas permiten a los profesionales de la salud concentrarse en lo que realmente importa: el cuidado del paciente. Al reducir las tareas operativas y predecir flujos de atención, la tecnología se convierte en un aliado que optimiza recursos y mejora la experiencia del usuario. En este sentido, la adopción de tecnologías médicas no es solo una decisión administrativa, sino un compromiso hacia la calidad de vida de los ciudadanos.

Por lo tanto, el verdadero desafío no radica en la capacidad tecnológica de implementar soluciones innovadoras, sino en el ámbito político, cultural y organizacional en torno a la salud pública. Sin un cambio de mentalidad y una disposición clara para innovar, Chile seguirá enfrentando la misma angustia cada invierno. La meta debe ser preparar al sistema de salud para que no solo sobreviva, sino que prospere, logrando no solo impulsar su eficiencia, sino también garantizar el bienestar de la población.

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