El impacto de las mujeres en el sistema educativo chileno es innegable, y lo demuestra el porcentaje abrumador que representan en el Hogar de Cristo, donde constituyen el 89% de la planta laboral. Este dato no es casualidad; refleja una vocación de servicio que ha sido moldeada por factores históricos y culturales. Desde sus inicios, las mujeres jugaron un papel fundamental en la creación de espacios que atienden a los más necesitados, evocando la visión del padre Alberto Hurtado, quien veía en los pobres la esencia de Cristo. Esta realidad resalta el compromiso femenino en la lucha social, resonando directamente en la educación y el bienestar de la comunidad.
A pesar de la dedicación de estas mujeres, el fenómeno del abandono escolar sigue siendo un problema crítico que recibe poca atención mediática. Mientras que temas como la reestructuración del Crédito con Aval del Estado (CAE) o la situación de los liceos emblemáticos monopolizan la conversación, el abandono escolar, que afecta desproporcionadamente a los varones pero también impacta significativamente a las mujeres, merece ser analizado con mayor profundidad. Durante el inicio del año escolar, se notificó que más de 200,000 niños y jóvenes no asistieron a clases, evidenciando la urgencia de abordar esta problemática con seriedad y sensibilidad.
Los datos del 2023 revelan que el abandono escolar afecta más a los estudiantes varones, con 26,000 deserciones que representan un 55% en comparación con el 45% de las niñas y jóvenes, que sumaron 21,500 abandonos. Sin embargo, las razones detrás de cada grupo destacan diferencias significativas. El rendimiento académico y problemas de conducta predominan en varones, mientras que en el caso de las mujeres, causas como el embarazo adolescente y la carga de responsabilidades familiares juegan un papel crucial. Esta dicotomía subraya la necesidad de un enfoque específico y enfocado en las distintas razones que enfrentan cada género en el proceso educativo.
Un caso conmovedor que ilustra esta problemática es el de una alumna del Hogar de Cristo, que se vio obligada a abandonar sus estudios por la necesidad de cuidar a su madre, quien enfrenta serios problemas relacionados con el consumo de drogas. Este tipo de sacrificios no son inusuales en sectores vulnerables donde la violencia y la criminalidad afectan el entorno educativo. Aunque las estadísticas indican que más hombres dejan la escuela, es crucial reconocer que las mujeres, cuando abandonan, tienden a hacerlo irrevocablemente, lo que agrava aún más la desigualdad de oportunidades en su futuro.
La historia de mujeres que nunca han podido acceder a la educación formal resuena con fuerza en el contexto del Día Internacional de la Mujer. Ana María Aniñir, una agricultora y artesana, comparte su experiencia de haber dejado la escuela para cuidar a su familia, lamentablemente reflejando la realidad de muchas. Su declaración resalta la urgencia de garantizar que las futuras generaciones de mujeres no sufran el mismo destino: «No quería que se sintieran como yo, porque cuando uno no sabe leer anda igual que los ciegos, a tientas». En este 8 de marzo y todos los días, es esencial trabajar para que las jóvenes no enfrenten el abandono escolar y tengan el mismo acceso a la educación que merecen.