Alimentos ultraprocesados: riesgos y compuestos tóxicos

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Con el inicio de un nuevo año escolar, surge la inquietud en muchos hogares sobre qué refrigerios ofrecer a los niños durante sus jornadas. Las observaciones recientes revelan un alarmante incremento en el consumo de alimentos ultraprocesados (AUP) entre los más pequeños. Este tipo de productos, que incluye desde bebidas carbonatadas hasta snacks salados y galletas, suelen contener una alta concentración de aditivos que podrían ser perjudiciales para la salud infantil. Colorantes artificiales como la tartrazina y el rojo allura han sido asociados a efectos negativos, incluyendo alergias, mientras que los conservantes como el benzoato de sodio pueden causar irritaciones gástricas y afectar la microbiota infantil, subrayando la importancia de una alimentación más consciente y saludable.

En la producción de alimentos ultraprocesados, también es importante considerar los subproductos perjudiciales que pueden surgir. Por ejemplo, la acrilamida, un compuesto potencialmente carcinogénico, se forma en alimentos ricos en almidón que se someten a altas temperaturas durante la fritura. Con la implementación de la Ley 20.606, las empresas están obligadas a informar acerca de los ingredientes y aditivos presentes en sus productos. Sin embargo, la verdadera responsabilidad de educar a los niños en hábitos alimenticios saludables comienza en casa, un aspecto que no podemos ignorar en el debate sobre la alimentación infantil en nuestro país.

La preocupación por los efectos a largo plazo de la exposición continua a estos compuestos tóxicos es fundamental. Estudios han demostrado que el consumo repetido de AUP, que contienen sustancias como nitritos en embutidos o hidrocarburos en productos ahumados, puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y metabólicas. Esto llama a la reflexión sobre las elecciones alimenticias que hacemos para nuestros hijos, así como acerca de la necesidad de priorizar colaciones que sean menos procesadas y que contengan menos aditivos.

Es esencial cambiar la dinámica en la alimentación infantil y optar por alternativas más saludables. Para ello, se sugiere reducir la fritura y preferir métodos de cocción más controlados, como el horneado a temperaturas moderadas. Siguiendo esta línea, el consumo de frutas frescas y frutos secos no solo disminuye la ingesta de colorantes y conservantes, sino que también aporta propiedades beneficiosas para la salud, como antioxidantes y bioactivos que contribuyen a la prevención de enfermedades. Estos cambios pueden ayudar a erradicar de forma efectiva el riesgo de enfermedades asociadas a la alimentación ultraprocesada.

El dulzor natural de las frutas, rico en fructosa y acompañado de fibra y micronutrientes, contribuye a mantener niveles saludables de azúcar en sangre y fomenta el crecimiento de bacterias intestinales beneficiosas. En comparación con los edulcorantes artificiales, que pueden tener efectos adversos sobre el metabolismo, los azúcares naturales ofrecen una opción más saludable. Ante la evidencia creciente sobre los efectos nocivos de una dieta alta en alimentos ultraprocesados, queda claro que disminuir su consumo y promover una alimentación equilibrada son pasos indispensables para reducir el riesgo de enfermedades crónicas y asegurar un futuro más saludable para nuestros niños.

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